La batalla contra el gusano barrenador en México está generando un efecto colateral inesperado: el colapso de la cadena logística de la carne. Lo que comenzó como una emergencia sanitaria necesaria se ha transformado en un laberinto burocrático que amenaza el abasto nacional y dispara los costos operativos del sector ganadero.
La Asociación Mexicana de Productores de Carne (AMEG) ha lanzado una señal de alerta contundente: las medidas implementadas para controlar la plaga están creando más problemas de los que resuelven. El traslado de ganado desde el sur hacia los centros de engorda en el norte —una ruta vital para el suministro nacional— se ha convertido en una odisea de retenes, inspecciones duplicadas y esperas interminables.
Los números son reveladores. Un viaje que tradicionalmente tomaba 20 horas ahora se extiende más allá de las 30. En algunos puntos de inspección, los transportistas reportan demoras superiores a 18 horas mientras esperan la verificación de tratamientos antiparasitarios. Esta parálisis no es solo un inconveniente administrativo: representa un riesgo directo para los animales y, paradójicamente, para la contención misma de la plaga.
Regulación sanitaria
El sector ganadero no cuestiona la gravedad del gusano barrenador ni la necesidad de actuar con contundencia. La preocupación radica en cómo se está implementando el control. Según la AMEG, la estrategia actual prioriza la restricción física del movimiento sobre criterios científicos comprobados.
La multiplicación de filtros sanitarios ha generado un fenómeno de sobrerregulación en cascada. Retenes federales y estatales operan de manera descoordinada, obligando al ganado a pasar por múltiples inspecciones que verifican exactamente lo mismo. Esta duplicidad no suma seguridad sanitaria, pero sí resta eficiencia operativa.
El resultado es una cadena de suministro fragmentada donde la certeza regulatoria brilla por su ausencia. Productores y transportistas enfrentan sanciones por variables que escapan a su control, mientras intentan cumplir con protocolos que varían según el nivel de gobierno y la entidad federativa.
La AMEG insiste en un punto técnico crucial: la erradicación del gusano barrenador depende fundamentalmente de programas de mosca estéril, vigilancia epidemiológica efectiva y respuesta rápida ante casos detectados. No de acumular trámites que penalizan el movimiento de ganado sano debidamente tratado.
El organismo propone un cambio de paradigma: transitar de la sobrerregulación hacia un modelo basado en cumplimiento verificable, trazabilidad robusta y coordinación real entre autoridades. Un sistema donde las medidas sanitarias se apliquen con criterios técnicos homogéneos, no con filtros arbitrarios que varían cada 200 kilómetros.
Emergencia sanitaria
Más allá de los tiempos de traslado, la emergencia sanitaria está produciendo efectos contraproducentes en el bienestar animal. Las esperas prolongadas en retenes obligan a múltiples maniobras de carga y descarga, incrementando el riesgo de lesiones. Los animales permanecen expuestos a condiciones climáticas extremas, con acceso limitado a agua y alimento durante jornadas que se extienden más allá de lo razonable.
Esta situación genera un círculo vicioso: el estrés y las lesiones que sufre el ganado durante el transporte lo vuelven más vulnerable a infestaciones. Las mismas condiciones que las autoridades buscan prevenir se están creando como consecuencia involuntaria de controles excesivos.
El impacto económico ya es mensurable. La asociación documenta desabasto regional en varias zonas del país, pérdida de competitividad y presiones alcistas en los costos de producción que inevitablemente se trasladan al consumidor final. A esto se suma la suspensión parcial de exportaciones hacia Estados Unidos, que ha golpeado duramente los ingresos del sector.
Particularmente preocupante resulta el contexto presupuestal. Mientras la emergencia sanitaria exige mayor inversión en vigilancia y control, el sector enfrenta la perspectiva de un recorte federal en sanidad e inocuidad para 2026. Esta contradicción evidencia la falta de una estrategia integral de largo plazo.
La AMEG sostiene que es perfectamente viable contener y erradicar la plaga sin sacrificar el flujo logístico ni comprometer el bienestar animal. Para ello propone la instalación de una mesa permanente de trabajo entre autoridades sanitarias y productores, donde se armonice la normatividad y se establezcan protocolos basados en evidencia científica.
El mensaje es claro: el desafío del gusano barrenador no es únicamente sanitario, es también de gestión logística. Las medidas de control deben proteger la salud animal sin convertirse en un factor adicional de disrupción para una cadena de suministro crítica. En un país que depende de su producción cárnica nacional, el equilibrio entre bioseguridad y operatividad no es opcional: es imprescindible.


