En el mundo se escanean 6 mil millones de códigos de barras al día. La primera vez que se escaneó uno fue en un supermercado de Ohio, en 1973, hace exactamente cincuenta años. Se trató de un paquete de chicles. Desde entonces, su uso se ha expandido internacionalmente, revolucionando la gestión de inventarios y de venta de productos. A nuestro país llegó en 1986: el primer producto mexicano identificado que utilizó este sistema fue el jabón Don Máximo. Seis años más tarde, aproximadamente 5,000 empresas lo habían implementado. Pero ¿en qué consiste este código? ¿Qué contiene?
GS1–una entidad privada que se enfoca en diseñar y ejecutar servicios y soluciones a nivel global, con el objetivo de mejorar la transparencia y eficiencia en las cadenas de suministro y la interacción entre oferta y demanda en distintos sectores– se encarga de la estandarización a nivel mundial en cuanto a la identificación de productos. Según sus reglas, el código debe incluir, en los primeros tres dígitos, la clave del país; del cuarto al séptimo, la clave de la empresa, que es asignada por GS1; en los siguientes cuatro dígitos la clave del producto, y, finalmente, el último, es el dígito verificador.
Aparte de lograr un orden en inventarios, el código nos ayuda a diferentes cosas. Según la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), este sistema ha reducido el desperdicio de alimentos hasta en un 40% y recorta los recursos utilizados en el intercambio de información en un 60%.
Después de medio siglo de historia, el código ha evolucionado. El día de hoy observamos el creciente uso del código QR que permite el acceso a todo tipo de información. También existen los códigos lineales diferenciados que se utilizan en almacenes y en otros procesos logísticos. El código de barras se ha modernizado con el tiempo y seguirá haciéndolo conforme nuestras necesidades cambien.
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